Nunca dejes de mirar

Unos ojos que hablan. Un gesto de ternura. Una rama que baila con la brisa. Un niño que juega y ríe a carcajadas. Un viejo que cuenta historias viejas. Unas nubes que rozan el sol mientras se oculta. Una flor que, colorida y perfumada, se abre ante los ojos de un mundo que a ratos parece perder la fe. Nunca dejes de mirar eso que con su gracia expresa vida, y nos la da.

Ayer fui a visitar a mis papás. Me recibieron con la sonrisa de siempre, amplia, generosa, tan llena de amor como para abrazar sin tocar. A unos minutos de haber llegado, mi mamá, con el orgullo de un milagro dibujado en el rostro, me llevó a su balcón, su jardín. Allí estaba la cayena, la flor china o flor del beso, dándome un ‘beso’ de bienvenida.

Y, entonces, miré a la cayena o al milagro de Mirian (mi mamá) hecho flor, y me maravillé. La palabra «mirar» viene del latín mirari, que significa ‘maravillarse, ver con admiración, admirar, sorprenderse’; de mirus ‘maravilloso, maravilla’; del indoeuropeo smei-ro-, ‘que hace sonreír’… Al mirar ese regalo natural de grandes pétalos color naranja y prominente pistilo rosa fue inevitable sonreír.

Si la vida es un milagro, entonces ¿por qué no sonreír siempre?, ¿por qué no sorprendernos con lo bello e incluso con eso que parece común y corriente?

Por lo general, nos acostumbramos tanto a lo que nos rodea, que nos olvidamos de vivir. Damos por sentado los planes y añoramos el futuro, sin detenernos a admirar el presente. Pensamos que lo extraordinario es aquello a lo que pocos tienen acceso, ignorando que la realidad, mal que bien, es ya extraordinaria. Buscamos perfección en cuanta cosa que hacemos, sin fijar la vista con atención en lo que perfectamente podría ser considerado perfecto.

Abrazo en el corazón la idea de maravillarnos, como mi mamá, con una flor que se abre, con un pájaro que canta, con el cielo teñido de colores en el atardecer, con las mariposas que revolotean alrededor de un árbol, o con una canción capaz de hacernos viajar en el tiempo y mirar una vez más, como en un acto de magia, la sonrisa de quienes ya se han ido.

CR