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¿Lenguaje inclusivo?

  • Foto del escritor: catalinarojano
    catalinarojano
  • 10 ago 2021
  • 2 Min. de lectura

Ante la más reciente celebración del Orgullo LGBT, innumerables han sido las publicaciones referentes a esa comunidad, incluyendo mi anterior columna, una invitación a que todos salgamos del clóset y veamos la realidad con ojos más humanos. Sin embargo, el que apoye esa causa no quiere decir que acepte todas las exigencias y demandas que este colectivo hace a la sociedad, en especial, en lo referente al lenguaje y a la forma como debemos expresarnos respecto a sus miembros… o ¿cómo debería decir?, ¿’miembras’, ‘miembres’, ‘miembrxs’ o quizás ‘miembr@s’? Estarán de acuerdo conmigo (ojalá) en que todo esto luce muy mal, y no porque sea diferente a lo aprendido en la escuela, sino porque no es claro ni comprensible, y a duras penas es pronunciable.


Entendiendo «miembro» como “individuo que forma parte de un colectivo”, palabra que suele usarse como epiceno masculino con independencia del sexo del referente, no es necesario cambiar su última letra ni por la ‘a’, la ‘e’, la ‘x’, ni mucho menos por la ‘@’, que no es propiamente una vocal (por algo no está en el abecedario), sino un símbolo usado en las direcciones electrónicas y en las cuentas de usuario de redes sociales como Instagram, en la que precisamente esta semana la Fundación Gabo hizo la que para mí es una desacertada publicación sobre comunicación inclusiva.


«¿Puedo usar lenguaje inclusivo saliéndome de los patrones de la RAE?», se lee en la primera imagen del carrusel; en las siguientes tres, Daniela Franco, directora de comunicaciones de Colombia Diversa, responde que aun cuando «la RAE es una guía del uso de nuestras palabras y es muy importante», hay algo «más importante aún» y es que las palabras y el lenguaje son cambiantes… Al final dice que «sí, es posible ser incluyente en el lenguaje al momento de hacer periodismo así no esté en los patrones de la RAE».


La razón por la que, más que desacertada, me parece irresponsable esa publicación de la fundación en la que García Márquez sembró su impronta es que deja al libre albedrío, del periodista o de quien sea, el uso de la lengua española, la que no solo heredamos del padre del Quijote sino también de los amerindios, de los árabes, de los campesinos, y de todo el que en siglos pasados hiciera parte del ámbito cotidiano. Y es que no solo lo digo yo, también lo dice la cuestionada e incomprendida Real Academia Española: «La lengua la hace el pueblo y es del pueblo».


Es bajo ese precepto que debemos ampararnos para comunicarnos mejor, mas no para imponer ideologías de género que, por más justas y bienintencionadas que sean, no pueden transgredir forzosamente la base gramatical de nuestro idioma. El lenguaje inclusivo no debe ser ese que excluya, y que de forma caprichosa dance sobre un escenario sin piso, creando e indicando lo que a juicio de cada quien esté “bien” o no decir.

El lenguaje inclusivo debe ser aquel que abrace la igualdad y extermine los prejuicios. Respetar la identidad de género, la orientación sexual y la diversidad que en esencia expresa cada persona, eso es ser inclusivo. Y hablar desde ese respeto es comunicar de forma inclusiva. Nada más es necesario.



*Artículo de opinión publicado en El Heraldo el 4 de julio de 2021.


 
 
 

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