La carabela que explotó en el cielo
- catalinarojano
- 21 dic 2021
- 2 Min. de lectura
Eran las 2:15 de la tarde cuando el avión con rumbo a Medellín despegaba desde Riohacha. Era domingo, 21 de diciembre. 1980... Y menos de diez minutos después de la aeronave haber saltado al cielo, una explosión la hizo desaparecer, fundiendo en llamas todo lo que transportaba. En total, 70 personas: 7 tripulantes y 63 pasajeros; uno de ellos, mi abuelo.
Para esa época, mi mamá cursaba sociología en Barranquilla, y ese día estudiaba para presentar un examen extracurricular que, según cuenta, la salvó de la muerte. Sus hermanos y ella apenas se acostumbraban a vivir sin mi abuela, quien para entonces había partido hacía menos de un año; por lo que Carlos Julio, mi abuelo, les daba consuelo enseñándolos a pensar: "Hagan de cuenta que Senén se fue de viaje, que está en un viaje".
"Desde pequeña he reflexionado con esta historia de un avión que explotó en el cielo y que se llevó consigo una parte de mi mamá".
Hoy se cumplen 41 años de aquel domingo en el que con ese avión, el Caravelle HK-1810, mi abuelo levantó un vuelo largo, alto y eterno. Y, en adelante, ese consuelo que él dio por varios meses a sus hijos, se convirtió en la realidad más pura y sabia para ellos mismos, e incluso para mí, que desde pequeña he reflexionado con esta historia de un avión que explotó en el cielo y que se llevó consigo una parte de mi mamá.
Ella recuerda mucho una frase que solía decir su papá: "La vida es un sueño, y los sueños, sueños son". Y desde siempre yo he soñado que esta vida, que de por sí es bella, sirva para cicatrizar las heridas de esa pérdida que todavía duele, pero que se subsana en el recuerdo de aquel hombre que fue grande, más que nada, por su corazón.
Con amor: a mi abuelo, a mi mamá y a sus hermanos.

Comments