top of page
Buscar

Los que se van

  • Foto del escritor: catalinarojano
    catalinarojano
  • 27 abr 2021
  • 2 Min. de lectura

¿A dónde van los que se van? Cuando lo inevitable ocurre y cerramos los ojos para siempre, ¿a dónde van los sentidos? Cuando abandonamos el cuerpo que ríe y que llora a cada tanto, ¿a dónde van los sueños? Cuando las ideas dejan de fluir ¿a dónde va el pensamiento? Cuando los sonidos desaparecen y las manos ya no palpan nada ¿a dónde va la razón? Y, ¿a dónde van los recuerdos cuando el corazón deja de latir?


"Hoy estamos aquí, mañana no sabemos", escuchamos decir y decimos con frecuencia. Y algo cierto en este camino de rosas y de espinas llamado vida es eso, que no sabemos nada sobre la muerte, quizás no hasta que morimos («¡y el día esté lejano!», como dijo Barba Jacob). Hoy, la muerte de un buen amigo me dejó perpleja. Al enterarme de que el detestable virus de cuyo nombre quisiera no acordarme minó tan hondo en él hasta negarle la respiración por completo, reafirmé la idea de que la vida, antes que corta, es incierta.


Recuerdo ahora el sonido del bandoneón de Piazzolla. Las canciones profundas y llenas de saudade de Madredeus y, entre tantas otras, las de Pink Floyd que me dijo escuchara alguna vez. Las charlas en la universidad sobre la vida y la música, ese hilo de oro que entreteje sentimientos. Cuando recordamos, volvemos. Al menos para mí, desde muy niña, esa ha sido la única solución posible ante la muerte: recordar. Tal vez para algunos, los recuerdos son dolorosos, pero ¿quién dijo que el dolor no expresa vida también?


Tiempos difíciles. Siempre los hay, puede que algunos más que otros. Pero siempre los hay. Y no queda otra salida más que continuar andando. ¿Cuántas historias de pérdidas irreparables no hemos escuchado ya por estos días? ¿Y cuántas más faltan por ser contadas? Todo sigue siendo tan incierto como el día en que nacemos, y entonces, no encuentro mejor respuesta que esta para todo el que pierde a un ser querido: vivir.


Si estamos vivos, vivamos. Disfrutemos el café de la mañana, la brisa que entra danzando por la ventana, las páginas de un buen libro, la sonrisa de quienes nos rodean, la voz de los que nos hablan, cada una de las notas de esa melodía que nos alegra el alma, la luz de vida que irradia el rostro de quienes podemos ver a los ojos. Porque en ello está lo que necesitamos para vivir. Que la vida sea un campo en el que dancemos todos, con alegrías y pesares, con logros y pérdidas, con cercanía y con ausencia.


¿A dónde van los que se van? Al fin y al cabo, ¿para qué saberlo?



A Rolando Ordóñez Torres



 
 
 

Comments


© 2022 creado por Cata Redacta

bottom of page