«Cuando éramos felices y no lo sabíamos»

Hace poco recibí un mensaje de una amiga —de esas que la vida y los buenos y malos momentos (bien vividos todos) convierten en familia— con el que expresaba la nostalgia de otros tiempos, bien representada en una imagen en la que sonreíamos sin rastro de preocupaciones, miedos, inconformidades ni incertidumbres…

Esas éramos ella, otras dos amigas y yo hace siete años, celebrando uno de sus felices cumpleaños y, entre todas, soplando las velas de la alegría y dando la bienvenida a otro ciclo de 365 días. Otra oportunidad para encontrar lo no buscado. Otro ciclo para que lo inesperado llegara con sorpresas y sin afanes.

«Cuando éramos felices y no lo sabíamos» es el mensaje con el que quiso acompañar la foto. Apenas vi esa mezcla de sonrisa y lágrima que se traduce en nostalgia, me pregunté: ¿acaso no somos felices ahora?, ¿qué nos faltaba para ser felices en esa época como para no darnos cuenta de que ya lo éramos? y ¿qué nos falta hoy para sonreír con tanto desparpajo como en esa foto?... Las respuestas a estos interrogantes podrían ser cualquier cosa. Quizás la esencia de esa foto y ese texto es indescriptible en sí misma, porque en el ahora no somos más que lo que quisimos —o no— ser alguna vez.

Cuando pienso en la ‘yo’ de otros tiempos, me encuentro con alguien que siento que conozco, pero que, tal vez, en su momento no llegué a conocer lo suficiente como ahora. Cuando pienso en esa ‘yo’, observo en la de hoy a una persona que ha crecido y que ha vivido… ¿Qué más puedo querer?

Ojalá los buenos tiempos pasados pudieran vivirse con la misma intensidad en el presente. Ojalá pudiéramos sentir cómo lo que deseamos con tanta fuerza antes es hoy una realidad. Ojalá pudiéramos pensar que no hay pasado mejor que el que estamos construyendo hoy, que no hay mejor mañana que el que vivimos desde ya. Porque la vida está llena de misterios, y cada uno de nosotros es un misterio en sí mismo. Sino, por qué pensar en el mañana; sino, por qué pensar en el ayer.

CR